Mi sangre en palabras.
Ríos de tinta que sueños surcaban,
Muertes, recuerdos, batallas
Y un lugar donde narrarlas

viernes, 23 de agosto de 2013

Y sigue

 
Hola. Casi dos meses después, vuelvo a dirigirme a vosotros a través de este mundo tan extraño que es el blog. He pasado mucho sin hablaros, en parte porque no he tenido tiempo, en parte porque el tiempo que he tenido lo he dedicado a otras cosas (como sabéis me gusta seros sincero). Hace tiempo decidí que quería escribir sobre algo, pero hubo algo que me pasó (más bien que escuché) que hizo cambiar completamente mi visión sobre esa entrada que tenía planteada.
 
Durante este tiempo que os he abandonado ligeramente, he madurado esa entrada y he dejado pasar el tiempo porque no quería que se me enturbiase como estaba pasando. Hasta que al final, en los últimos días, me he dado cuenta de que eso era precisamente lo que quería y necesitaba contaros.
 
Para que os hagáis una idea, el hacer esta entrada llegó a mi cabeza cuando me enteré a 3000 km de aquí del accidente del tren que costó la vida a tantas personas este verano. La idea me estremeció. Sinceramente, no ya por la magnitud de la tragedia (los medios internacionales ponían la situación incluso algo peor de lo que al final fue) si no porque yo al día siguiente cogía un tren en medio de mis vacaciones. Y pude ver, tanto en mí como en los que me acompañaban, algunas de las historias que podían haberse visto interrumpidas en el trágico suceso. Durante esas dos horas que duró el viaje de la mañana siguiente, vi los rostros de muchos que, sin duda, vivían vidas exactamente iguales a las de cualquiera de los que nos dejaron.
 
Llegué aquí dispuesto a escribir un pequeño homenaje, algunas líneas de texto que aunque probablemente ningún afectado leería jamás, si me darían esa extraña sensación que tanto nos gusta sentir de haber hecho lo que creemos correcto. Aunque suene a tontería, y aunque probablemente lo sea.
 
Con este objetivo en mente, encendí la tele (esa maravillosa forma de perder tiempo, neuronas y fuerzas cuyos efectos conocemos y sin embargo seguimos buscando) y tras pasar un programa basura (sí, efectivamente de tele 5) llegué a un canal que daba la noticia de un accidente de autobús en Nápoles en el que habían fallecido bastantes personas, la mayoría turistas. Y volví a sentir lo mismo.
 
Los accidentes han seguido durante todo el mes de agosto. Y con ello, mi sensación de necesidad de decir algo, unas frases, un párrafo. Y fue aquí donde aparecieron esos pequeños gusanos de la sociedad. Un día, que estaba perfilando en mi mente alguna idea para mi entrada, escuché a dos niñatos hablando y se me revolvió el estómago y el cerebro, y hasta algunos órganos que no he estudiado en mis clases de anatomía pero que después de esta experiencia sé que existen porque se movieron.
 
Escuché que una niñata le decía a su amiguito (voy a escribirlo bien escrito, las faltas las ponéis ya vosotros si queréis para recrearlo mejor): ¿Te puedes creer que la guarra de la madre de la Jennifer le ha dicho que no puede venirse hoy a la botellona? Mi madre me dice eso y la mando a la mierda, si hombre pues vaya puta mierda de vida más aburrida. Eso y estar tieso es lo mismo.
 
Os juro que me enfadé. Algunos me habéis conocido enfadado. Otros meramente molestos. Pero os aseguro que si no hice que esa choni se tragase un banco de piedra antes de tirarla al puerto fue por poco. Y por la pareja de la policía que estaba al lado.
 
Y es que, sinceramente, yo no soy muy dado a la violencia. Pero no aguanto las faltas de respeto. Y no me parece que pueda haber mayor falta de respeto que no valorar lo que se tiene, y sobre todo la vida. 
 
Comprendo, haciendo el increíble esfuerzo que eso me exige, que si eres tan insoportable que nadie te aguanta sin estar borracho pienses que tu vida es triste. Pero eso es, simplemente, porque tú eres una persona triste que hace cosas de persona triste rodeada de otras personas tristes. So inhumana.
 
Pero no comprendo, acepto ni admito que haya personas que valoren tan poco su vida, que no conciban su existencia más allá del cuello de una botella, mientras tantos sueños y metas se han quedado a medio hacer por mucha mala suerte o mucho hijo de puta que hay suelto en el mundo. No, mientras un tío pueda montarse en un cercanías y reventar una mochila entre personas que se dirigen a sus puestos de trabajo. No, mientras los accidentes se suceden y las vidas se apagan en ellos. No, mientras un cáncer priva cada año a millones de personas de una vida que aprecian y que desean seguir viviendo. No, porque cualquiera de ellos se merecen la oportunidad que tú, niñata malnacida, desperdicias y tiras a la basura. O mejor dicho, al suelo, porque ni para tirar las cosas vales.
 
Porque mientras que a ti se te está pagando todo, personas valiosísimas se buscan el pan viajando a Asia a dar clases o por medio Europa en post de un puesto de trabajo o de una formación que aquí no se les puede, no se nos puede dar porque hay que mantener a sanguijuelas sociales como tú.
 
No le dije nada de esto, y probablemente si se lo hubiese dicho le habría dado igual. Pero yo decidí que nunca dejaría que las cosas que me viniesen en la vida me dejasen hacer pensar que "eso y estar tieso es lo mismo". Afortunadamente, tengo una familia maravillosa que se pone de mi lado y me da su apoyo, unos amigos que valen su peso en oro (y hay alguno que aunque no esté gordito ya sólo por su altura significa mucho oro) y una niña maravillosa a la que aún no sé cómo he engañado para que quiera compartir su día a día conmigo.
 
Y sí, también hay muchas cosas que se ponen en el otro lado de la balanza. Las cosas que quiero hacer y no puedo, las que no quiero y debo e incluso algunas que ni quiero ni puedo pero que aún así tengo que intentar. Hay cosas irremediables que van a ocurrir. Y cosas que uno nunca espera pero que siempre están acechando por si pueden dañarte.
 
Pero el truco es ver la balanza mirando sólo a un lado, porque siempre va a haber ese algo que pueda hacer que tu día, tu semana o tu mes hayan merecido la pena, por muy malos que hayan sido.
 
Porque parafraseando a cierto comentarista que en paz descanse, la vida puede ser maravillosa. Y nuestra vida, sigue.